La abolición de los gremios tradicionales, decretada en 1813 y cumplida definitivamente en 1836, hizo que se fuera perdiendo su participación en
las fiestas de la Venida. Sólo la agrupación profesional más numerosa y económicamente más potente, la de alpargateros y rastrilladores de cáñamo, preparaba cada año el carro que
representaba el arca de la Venida y recordaba a los ilicitanos la tradición secular. La creación de la llamada Sociedad de la Venida de la Virgen en el año 1865, para evitar la perdida
de las fiestas anuales, hizo que la participación popular volviera: ya para las fiestas de ese año se hace mención de algunos carros triunfales pagados por cordeleros, molineros,
panaderos, herreros, obreros, huertanos, labradores, carpinteros, maestros de instrucción pública, y por fin, el que representaba el arca de la Virgen, sufragado por la citada Sociedad.
Además se puso en marcha una especie de representación cívica ?muy similar a la actual- en la cual un personaje que figuraba ser Francesc Cantó anunciaba el hallazgo de la Virgen. El
pueblo, presidido por las autoridades de la época y convocado por un bando público, iba al huerto de les Portes Encarnades, en la salida hacia el camino viejo de Santa Pola, que
representaba la lejana playa del Tamarit, y se traía la imagen de la patrona hacia Santa María.
Una descripción detallada del desfile efectuado el 29 de diciembre de 1865 nos indica que la procesión se iniciaba con el carro triunfal de los
rastrilladores, que representaba un barco
con sus hinchadas velas y sus banderas y gallardetes, en la que disparaban tremendos tiros por los moros, arrojando pequeñas manufacturas de su
oficio.
Después iban los carros de los obreros, herreros, carpinteros -estos portaban un hombre que figuraba ser San José-, molineros y panaderos,
labradores, huertanos (con una palmera natural con dátiles) y maestros y niños disfrazados -con brillantes trajes, entonando himnos alusivos al acto-. Los carros eran acompañados por
comparsas como la de lo moros y cristianos, que hacían una interrupción en la festividad para disputar un castillo de madera en la Plaça de Baix, con elementos festivos
que hoy vemos en algunas ciudades vecinas: embajadas, luchas, música, una figura de Mahoma, espías y, sobretodo, el carro que representaba un barco. Otras comparsas eran las de locos,
viejos y viejas, marineros trayendo el arca de la Virgen o la llamada de antiguos, a caballo. La procesión acababa con el carro de la Sociedad de la Venida de la Virgen,
adornando con verdes ramajes y palmas blancas en el que lucían su gracia bellísimas jóvenes con bonitos trajes, las que cantando un bonito himno, arrojaban volantes con
versos.
Finalmente, iba el clero local, presidido por el obispo diocesano, la imagen de la Virgen, el Consejo municipal y la banda de
música.
En el año 1870 se organizó una celebración especial para solemnizar el V centenario de la Venida. En este año, por primera vez, se hizo una pequeña
representación de la hallazgo en la misma playa, lugar en el que también fue bendecida la primera piedra de una futura ermita que recordaría el lugar de la Venida; una ermita que no se
levantaría hasta muchos años después. Sin embargo, aunque en algunos de los años posteriores se volvió a intentar realizar el inicio de la fiesta en la playa, finalmente se descartó
debido a la brevedad de los días en diciembre y a la gran distancia existente, cosa que deslucía la celebración. En aquel año 1870, el acto más solemne fue, sin duda, la procesión del
día 29 que podemos calificar como la última pervivencia de una efímera muestra del barroco en Elche. La descripción que nos ofrece el cronista Ruiz de Lope señala que la parte
cívico-festiva estaba formada por una charanga de doce músicos a caballo, ocho enanos con vestimenta y cabezas traídas de Valencia, un grupo de música sorda, la comparsa de locos que
bailaban y causaban la hilaridad de la gente entrando y saliendo de las dos jaulas que llevaban, la comparsa de viejos y viejas, comparsas de moros y cristianos, contrabandistas,
soldados, bandidos de la partida del bandolero Tall-Ferro, labradores, etc. Todos iban acompañados de música, dolçaines y tabalets, y desfilaban entre los carros
triunfales: uno, representando una barca con comparsa de marineros formada por labradores de la Baia; el de cazadores, que traía una niña disfrazada de la diosa Diana; el de
carpinteros, con un San José que mostraba herramientas del oficio; el de los huertanos, con un huerto y una palmera natural a la cual subía un niño que recogía los dátiles y los lanzaba
a la gente; el del labradores y, finalmente, el de la Sociedad de la Venida, ornamentado con palmas blancas y niños y niñas vestidas de angelitos.
La parte religiosa estaba formada por grupos que portaban los guiones y las cruces parroquiales, así como las imágenes en tabernáculos de los
santos patronos desde las parroquias de la ciudad y las ermitas del campo. Después venía Francesc Cantó a caballo, una comparsa de chicos con palmas blancas, los doce apóstoles, dos
comparsas de marineros y un tabernáculo con el arca de la Venida y los niños vestidos de angelitos. Más tarde, los personajes que representaban al gobernador del castillo de Santa Pola,
al vicario y al notario de Elche en la época de la Venida, el clero de Santa María, la imagen de la patrona de Elche y, finalmente, el Ayuntamiento antiguo, el palio, la presidencia
eclesiástica, el cabildo de la catedral de Orihuela, el obispo diocesano, el Consejo municipal y la banda de música.
De todos estos carros y comparsas triunfales, que poco a poco van desapareciendo de la festividad con el cambio de siglo, sólo quedaban las
formadas por los marineros encargados de traer el arca de la tradición y la de heraldos que, con sus dalmáticas cuatribarradas y sus estandartes marianos cantaban, y cantan, alabanzas a
la Virgen. También quedaba, hasta hace unos años, la costumbre que niños y niñas vestidos de ángeles se situaban a los pies de la imagen de la Virgen, en su trono. Durante muchos años
el esquema de la festividad ha sido siempre el mismo. El día 27 por la tarde, la imagen de la Virgen es entronizada en una cámara de la casa del huerto de les Portes Encarnades, donde
recibe la visita y la ofrenda de los vecinos del barrio de la Tripa y del Raval, y donde queda dispuesta hasta el día siguiente. El día 28, a las tres de la tarde y después del disparo
de una bombà, el personaje que figura ser Cantó sale a caballo desde el huerto de les Portes Encarnades hasta la plaça de Baix. Anuncia en el Ayuntamiento antiguo la
aparición milagrosa y, seguidamente, se lee un bando público en diversos puntos de la ciudad para convocar al pueblo. El desfile se dirige al citado huerto y está compuesto, además del
pueblo en general que lleva palmas blancas, por las comparsas de heraldos y marineros, las autoridades de la época y las actuales. La imagen de la Virgen y el arca son llevadas por el
barrio del Raval, deteniéndose delante de la iglesia de San Juan y, especialmente, en la ermita de San Sebastián. Una vez en Santa María, un sacerdote nacido en Elche dará la bienvenida
a la Virgen y se cantará el himno de la Venida, compuesto en 1911. Al día siguiente, el 29 de diciembre, se hace una solemne procesión por las calles principales de la ciudad, con la
imagen encontrada y con la presencia de todos los personajes de la tradición. Esta fiesta también ha sabido conservar algunos elementos festivos tradicionales, con enanos y gigantes,
dolçaines y tabalets, tracas, etc.